martes, 8 de febrero de 2011

Caballos en Zona Roja

Hace tiempo leí el libro de Cesar Millán “El encantador de perros” y llamó mucho mi  atención algo que él denomina “perros en zona roja”. El se refiere al tipo de animales que por alguna razón sufrieron un desequilibrio mental que les impide controlar sus emociones (inteligencia emocional) y los vuelve peligrosos para cualquier criatura viviente que intente convivir con ellos. Seguramente Usted ha escuchado  más de un caso de perros en este estado, pero tal vez no en caballos.

Muy frecuentemente me preguntan en mis clínicas, o exhibiciones acerca de si he recibido alguna vez el ataque de un caballo y la respuesta es que “si”, sin embargo, en 10 años de estar completamente dedicado a rehabilitar caballos y domar potros (calculo trabajar más de 300 equinos al año) sólo han sido 4 ataques.
Cada uno de ellos obtuvieron de mí un buen período de reflexión y análisis para determinar si yo provoque el ataque o ellos se encontraban ya en “zona roja”.

Tratare de explicar a mi juicio como llega un caballo a zona roja. Partiré del hecho del desequilibrio que nosotros provocamos en los caballos desde que nos disponemos a domarlos. Primero rompemos un esquema natural de vida, es decir, el caballo en estado libre dedica del día 16 horas para comer, 6 para descansar, 2 para socializar y al estabularlo, de un día para otro su patrón de vida cambia drásticamente de la siguiente forma: 3 horas para comer, 21 para descansar y generalmente ya no socializa  con miembros de su especie.
Esa  modificación de sus hábitos de vida empieza a generar vicios o malos comportamientos. Si a lo anterior le sumamos que el caballo no se trabaja y no se le corrige apropiadamente, inicia la generación de una bomba de tiempo, que en cualquier momento podrá explotar.

Recientemente me invitaron a trabajar un semental Friesian muy bonito dentro de un round pen (ruedo de entrenamiento), mientras le mostraba los comandos de conducción al caballo, pude ver que su lenguaje corporal no era muy confiable, sin embargo, me confundía el hecho de que la mayoría de los caballos de esta raza son muy amigables. La situación era que cuando le ponía presión por atrás con un pequeño fuete, aun sin pegarle, me veía con el rabo del ojo del lado interior del ruedo, invirtiendo su cuello hacia afuera y permitiéndome acercarme mucho. Mi lectura inicial fue que era un caballo de temperamento de moderado o débil y eso lo hacía un poco lento o arriado (como vulgarmente decimos) , pero no era así, el estuvo midiendo cada uno de mis movimientos para hacerme llegar a un punto donde él pudiera darme alcance con sus posteriores.

Cuando busque la reunión vino a mi sin problema, pero cuando le ponía presión con mi cuerpo para que retrocediera, se levantaba de manos queriéndome intimidar. Le estuve dando confianza con el fuete porque percibí que lo incomodaba y castigué con movimiento cada una de sus levantadas. El ataque vino cuando tome el fuete con mis dos manos como si fuera una barra y lo empecé a mover como si intentara girarlo, fue tan rápido que lo único que recuerdo fue la expresión de su cara enrabiada con las orejas totalmente hacia atrás y su dentadura blanca que resaltaba sobre su capa negra. Afortunadamente pude reaccionar y no alcanzo a morderme, solo recibí un golpe de frente donde paso sobre mí. La verdad este instante no se lo deseo a nadie, pues llegas a sentir el gran poderío de un caballo fuera de sí.

De ninguna manera culpo al caballo, pues después de esto me comentaron que había un par de antecedentes graves del animal, pero el problema fue que nunca me lo dijeron.
Estas situaciones no son obra de la casualidad y aunque tampoco me explicaron el motivo de su comportamiento, casi pude intuir la razón que desencadeno  esta conducta. Los caballos son sinceros y no amanecen pensando cual será su víctima del día, el problema es que a veces los orillamos a ciertas situaciones que los hacen abandonar su patrón regular de vida.
Es importante que no tratemos  de romper el equilibrio natural de los caballos y les podamos enseñar que siempre hay una puerta de salida cuando se sientan presionados, pero no la debe elegir él, sino su jinete o manejador. Por otra parte, es importante que reconozcamos la vocación nata de cada caballo, pues me ha tocado ver personas queriendo hacer bailar  a como dé lugar a un cuarto de milla, pinto o appaloosa, siendo que de por si estas razas no fueron creadas para este propósito y en su afán de hacerlos trabajar bajo mucha presión entran en “zona roja” y desde luego no solamente sucede con los caballos de baile.

Los caballos en este estado me hacen pensar en todos los casos de personas que en un determinado momento de su vida llegan a hacer algún acto del que se arrepienten toda su vida como un asesinato, una violación, robo, etc., y desgraciadamente sucede lo mismo que con los caballos, se rompe el equilibrio entre los tres elementos clave: Trabajo, disciplina y afecto. Caballos sin trabajo, estando bien comidos y estabulados son peligrosos aunque Usted esté seguro que es un caballo de confianza. Al igual sucede con caballos sin trabajo y poca o nada de disciplina. Aunado a lo anterior, les damos un afecto humanizado que los hace sentirse en un nivel superior al del ser humano que a veces los hace incontrolables. Le sugiero analizar mi hipótesis y seguramente llegará a la misma conclusión.

Deseo sinceramente poder motivar su pensamiento respecto al entrenamiento, manejo y cuidado que les damos a los caballos, son animales y tienen 10 veces más fuerza que los humanos. No están diseñados  para cazar, solo para defenderse, pero no le recomiendo llevar a un caballo a este estado emocional donde se encuentre fuera de control. 

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